La magia del Monte Saint-Michel
La isla, muchas veces llamada por “la octava maravilla del mundo”, está situada en la costa noroeste de Francia. Todos los años más de tres millones de turistas y peregrinos vienen visitar el Monte Saint-Michel, por lo que es un de los destinos turísticos más famosos de Francia.
Es el único lugar donde se puede observar las mareas más fuertes y impetuosas de toda la Europa. El agua sale de repente de la costa rocosa del Monte Saint-Michel a los 18 kilómetros. quedando la isla rodeada por arenas movedizas, barro y rocas. Y en los momentos de marea alta mar llega hasta la profundidad de la costa. La espuma blanca de ola se mueve para el fondo seco a una velocidad de 6 kilómetros por hora. Agua sube a 14 metros, es una altura récord de la marea en Europa. En esa altura que el Monte Saint-Michel aparece delante de sus huéspedes en todo su esplendor.
En pleno verano miles de turistas vienen visitar a este pequeño pedazo de tierra. Por supuesto, con tanta gente a vuelta es difícil de disfrutar de la tranquilidad de los edificios medievales encantadores del monasterio. Por lo tanto, le aconsejamos venir al Monte Saint-Michel de la madrugada y en el silencio suave apreciar la luz hermosa de amanecer que ilumina las paredes de la fortaleza. La única calle conduce desde la entrada principal al interior de la isla, hacia el convento de los monjes benedictinos. Las pequeñas casas antiguas del siglo XV, los hoteles y restaurantes se ubicarán a ambos lados de Grande Rue. Nada que se compare al placer de dar un paseo de mañana.
Especialmente al mediodía la isla se llena de gente, cuando los autobuses traen los turistas cada 5-10 minutos. A esta hora, lo mejor es refugiarse de la multitud dentro de un café o restaurante, en la terraza con una magnífica vista para la bahía. En el corazón del Monte Saint-Michel se encuentra el restaurante famoso “La Mère Poulard”. Aquí sirven una deliciosa tortilla cocinada a la parrilla. Gracias a la mantequilla bretona y una manera especial de cocinar el plato obtiene un sabor extraordinario.
Después de ter disfrutado de la cocina local, hay que se cuidar de alojamiento. De cierto la noche en la isla será una experiencia inolvidable. Por la tarde, cuando la multitud se ha alejado, puede tranquilamente pasear por la abadía y contemplar la belleza mágica de la puesta del sol. Por la noche en el Monte Saint-Michel las miríadas de estrellas iluminan fantásticamente el cielo.